Después de nuestro breve paso por La Paz nos dispusimos a continuar nuestro viaje, ahora sin un consejero personal como el que habíamos encontrado en la persona de Gustavo, ni un par de australianas locas que nos condujeran a la debacle… la balanza quedaba equilibrada con la única presencia de nosotros mismos.
Salar de Uyuni, el cielo a tus pies…
Nada más llegar a la «ciudad» de Uyuni uno se da cuenta de que todo el mundo que está allí es por la misma y única razón: hacer una excursión al salar en cualquiera de sus modalidades.
Nosotros optamos por la de un día después de una tarde de mareante búsqueda en las miles de agencias que te ofrecen los distintos servicios y tours «exclusivos» para después subcontratarlo a autónomos que trabajan indistintamente para varias agencias perdiendo la exclusividad por completo. La competencia entre las agencias es tal que el estilo europeo de cerrar la aventura por adelantado reservando por internet solo servirá para hacer un agujero innecesario al bolsillo al gastar unos cuantos euros de más que no repercutirán en absolutamente ninguna ventaja.