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Andrea & Ximo
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Home » Asia » Relatos de Tailandia (II)
AsiaTailandia

Relatos de Tailandia (II)

andreayximo 5 octubre, 2016 6 Comments 3888 Views

UN DÍA DE VIAJE

Normalmente, cuando uno hace un viaje largo en avión suele despedirse de sus maletas en el mostrador de facturación, para volver a encontrarse con ellas en la cinta de recogida de equipajes en destino. Tras el reencuentro uno respira aliviado y continúa su camino. Normalmente.

Sucede que a veces las maletas no llegan a entender dónde has quedado con ellas y continúan el viaje, o en la escala de turno cogen el avión equivocado y siguen por su cuenta. Esas veces, cuando tú llegas ellas no están, y claro no hay respiro de alivio. Este fue precisamente el que les faltó a los últimos integrantes del grupo al aterrizar en Bangkok y en ese “ay” pasaron sus días en Phi Phi. Así las cosas, el 10 de agosto se convirtió, no solo en el día en el que el grupo viajó desde la costa oeste hasta la costa este tailandesa, sino también en la jornada en la que el despistado equipaje tuvo a bien reencontrarse con los culos que debía cubrir.

Por supuesto no sería tan sencillo. Después de un intento fallido de recibir las maletas en la comodidad del alojamiento en Phi Phi Don, la entrega se fijó aprovechando un transbordo de corta duración en un día de viajes encadenados… Las instrucciones eran claras, los dos amigos atracarían en Krabi desde Phi Phi Don a las 10h00 en punto, donde se montarían directamente en una furgoneta con intención de proseguir el viaje. Si el equipaje no estaba allí a la hora citada no lo esperarían y tendrían que seguir sin él. A pesar de la agresiva negociación de nuestros protagonistas con la compañía aérea, a la que habían dejado claro que de no estar allí puntualmente tendría que llevarles el equipaje a su próximo destino, a ningún culo le gusta ir sin ropa limpia, así que los afectados corrieron por aquel pasillo de la terminal de ferries de Krabi como si se jugaran un oro olímpico en los cien metros lisos. Los astros se alinearon y la carrera dió sus frutos permitiendo recuperar a los dos amigos sus más preciados ropajes. Tras este primer hito, el grupo prosiguió su gincana hacia la costa opuesta.

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Una furgoneta repleta de turistas y equipaje los trasladó hasta la estación de autobuses. Allí, el personal de la agencia hizo gala de la eficiencia tailandesa en lo que a medios de transporte se refiere y, ante la dificultad del idioma, etiquetó a todos los pasajeros con pegatinas de distintos colores que informaban al personal del destino del turista en cuestión. ¡Impecable organización! Dos horas y media después en el autobús de los pegatinas azules, los osados aventureros embarcaron en un ferry hasta la isla Ko Samui, segundo destino playero.

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Una vez en la isla, de nuevo la bereber tomó las riendas de la negociación en pro de la economía del grupo. Quince minutos tardó en ahuyentar a los cómodos taxis privados con aire acondicionado, cristales tintados y precios abusivos, para embarcar al equipo en un “songthaew”, un taxi pickup con la parte trasera preparada para ir recogiendo pasajeros durante el trayecto. Un nuevo éxito de la bereber, que permitió ajustar los precios al presupuesto del grupo, maximizando además la experiencia local. ¡Buen primer paseo por la isla!

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EL COCHE DE LA MUERTE

La mejor forma de moverse por Ko Samui son, sin duda alguna, las ágiles motocicletas que se alquilan a turistas por todas las esquinas, y conducen los locales de, literalmente, todas las edades. Nuestros chicos no podían optar a este medio de transporte, pues la población femenina del grupo no estaba dispuesta a tomar los mandos de su propia seguridad, y para qué negarlo, tener que enfrentarse a aquel caos circulatorio. Este hecho les llevó a tener que alquilar el conocido como “el coche de la muerte”.

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El automóvil en cuestión se posicionó rápidamente entre el grupo como la mejor opción. No solo era el vehículo más asequible, también era el más fotogénico de entre todos los posibles. La decisión resultaba evidente: estaba el tema de la comodidad que apuntaba no ser mucha; de la seguridad, que desde luego no cumplía con ningún estándar europeo y el asuntillo de la parte sin techo en unos días con previsión de lluvia; pero sin duda alguna las imágenes conduciendo la reliquia causarían sensación en las redes sociales de nuestros amigos, algo a lo que decidieron no renunciar.

A lomos del buga recorrieron la isla de arriba a abajo, compaginando las visitas culturales a los templos más sorprendentes y coloridos de la zona, con las obligadas paradas playeras propias de aquel paradisiaco emplazamiento.

No tardaron en darse cuenta que alimentar las redes sociales con imágenes trending topic podía ser más arriesgado de lo previsto. Por supuesto, los cinturones de seguridad era algo que brillaba por su ausencia en el carruaje. No obstante podían estar tranquilos, no correrían peligro ante una situación de vuelco, pues la barra de seguridad protegería a los integrantes en su “interior”. Lamentablemente, dicha barrera de seguridad se encontraba a la altura de exigir una cirugía maxilofacial en caso de fuerte frenada y todos sabían que el resultado de dicha intervención, supondría un duro revés a su popularidad en las mentadas redes.

El grupo decidió no arriesgarse fijando como criterio para evitar el peligro no superar los 50km/h. El acuerdo pactado no fue en realidad necesario: aquella velocidad era imposible de alcanzar por el automóvil. Por un lado sus frenos no serían capaces de actuar con presteza ante una situación de necesidad, pero sobre todo, aquel motor no imprimía la potencia suficiente a las grandes ruedas para alcanzar semejante velocidad.

Después de todo, recorrer la isla con el “coche de la muerte” fue una divertida aventura que todos los amigos del grupo disfrutaron y que les permitió aquello que tanto les gusta: turistear a sus anchas.

LA EXCURSIÓN

La estancia en la isla de Ko Samui alcanzaría su punto álgido con una excursión a Ko Tao: una pequeña isla próxima cuyo marco incomparable propiciado por la belleza de los fondos marinos, permite a los visitantes disfrutar de los miles de corales y peces de colores en pleno centro del sudeste asiático. Nuestros intrépidos amigos no dudaron en embarcarse en una potente lancha rápida que les permitiría alcanzar en una hora y media al destino soñado por tantos turistas.

La elección del asiento para dicho viaje se preveía crucial para el disfrute del mismo. El interior de la lancha estaba equipado con un largo asiento en forma de “U” que ocupaba los laterales y la parte trasera de la embarcación, y una silla elevada al frente de la cabina, en el lado opuesto de la del capitán. Nuestros amigos decidieron que la parte central sería la mejor opción, pues evitarían el bamboleo de la parte frontal, y la ducha a consecuencia de la velocidad que se podría sentir en la parte posterior. Una elección impecable, pues no tardaron en aparecer los primeros pasajeros que, debido al fuerte oleaje que azotaba aquella mañana, no eran capaces de mantener sus ingestas matutinas, compartiéndolas tarde o temprano con el resto del pasaje. Nuestro aventureros salieron victoriosos una vez más, mientras a los mareados se unían en la desgracia los pasajeros de la parte trasera que viajaban nadando en el agua que salpicaba la embarcación al surcar las olas de un embravecido mar.

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Salvada la distancia entre las dos islas, el entorno natural del que pudieron disfrutar a su llegada hizo justicia a todo lo leído en foros y blogs de viajes, que situaban aquella pequeña isla entre uno de los mejores destinos de Tailandia. Sin embargo, el idílico paisaje se empañaba cada vez que había que subirse al barco por las continuas luchas de los pasajeros para no tener que situarse en los temidos emplazamientos problemáticos. Nuestro grupo de amigos fue muy afortunado durante gran parte de la jornada, pero la falta de coordinación les impidió disfrutar de un tranquilo viaje de vuelta sentados juntos, teniendo que dispersarse de forma inevitable. Los dos primeros en entrar pudieron elegir sitio y decidieron sentarse en la parte trasera. Caía la tarde y el sol no era tan abrasador como horas ha. El tercer integrante, prefirió la soledad del suelo, sentándose detrás del asiento del capitán, resguardado de los salpicones de agua, en el centro de la barca donde la agitación sería menor, y cerca del suelo para evitar al máximo el bamboleo. Las últimas dos integrantes se sentaron en la silla elevada al lado opuesto del capitán, sin duda una buena opción, aunque el bamboleo las azotaría con mayor virulencia dada la altitud del trono.

La embarcación zarpó y no tardó en quedar al descubierto lo que ya se había visto en la ida. Las integrantes de la silla elevada, se aferraban con fuerza a la misma para no salir volando como si de una atracción de feria se tratara. Los amigos de la parte posterior concentraban sus esfuerzos en no tragar las cantidades de agua ingentes que el barco, en su agitada trayectoria, no paraba de lanzarles encima. Mientras tanto, el inteligente y apuesto componente que había optado por viajar en soledad, luchaba por no mearse de la risa al ver la dantesca situación a la que se enfrentaban sus amigos, no pudiendo evitar tomar las correspondientes fotografías para poder recordárselo de por vida.

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VENID A CASA A CENAR

La elección de un buen restaurante se convierte en uno de los puntos críticos de todo turista. Mas aún si lo que se pretende es vivir experiencias locales a un precio ajustado para el bolsillo de quién se encuentra de viaje por una larga temporada. Nuestros amigos, a pesar de sumar tres “muchimillonarios”, no dudaron en apostar por experiencias auténticas, que permitieran a la pareja de Peanuts continuar su viaje sin salirse de su ajustado presupuesto.

Un día, en busca de un lugar apropiado para disfrutar de la comida tailandesa, descubrieron un pequeño local que, aunque nunca ganaría el premio a la decoración y la limpieza, ofrecía alternativas sugerentes. Las posibilidades de éxito al pedir eran del 50% pero los amigos apostaron y tras la comida, el grupo quedó 100% satisfecho con los sabores degustados y los precios pagados, haciéndoselo saber a sus dueñas entre las que se encontraba la adorable abuelita que durante la preparación de los platos había permanecido al frente de los fogones.

No tardaron en repetir en aquel exitoso restaurante nuestros intrépidos amigos, y al verlos, el personal los reconoció de inmediato. Ninguna de sus seis mesas estaban libres, pero la agradable mujer que llevaba la voz cantante no estaba dispuesta a dejar en la estacada a aquel grupo de españoles que bien podría haber salido de una pasarela de moda a juzgar por la belleza y el estilo que desprendían en aquella calurosa noche de verano. Sin espacio en el restaurante, la buena mujer los condujo hasta la mesa del porche de su casa, situado al lado del negocio, donde les sentó en su particular sala VIP mientras esperaba que se liberara una mesa. Apenas les dió tiempo a ojear la carta antes de que pudieran acomodarlos en el restaurante pero nuestros amigos quedaron prendados de aquella actitud y no dudaron en volver una vez más.

Esta última vez los comensales, dirigidos directamente a la sala VIP por la amable encargada, disfrutaron de los suculentos manjares directamente allí sentados, mientras su marido veía la tele a unos centímetros y la hija de ambos se divertía con sus juguetes repartidos por la terraza y el salón, e intentaba por todos los medios no tener que abandonar sus actividades para ir a la aburrida cama. ¿Qué más podían pedir nuestros aventureros, que disfrutar de una cena en casa a mas de 13.000 kilómetros de su adorada patria?

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6 Comments

  1. Jose Clemente
    5 octubre, 2016 at 1:57 pm

    Vaya etapa nos contais hoy ,entre maletas despistadas, coches de la muerte, barcos suicidas y cenas en «»»restaurante»»» muy familiar, seguiremos esperando el lujo para la proxima parada. Los paisajes preciosos y a vosotros no se os ve sufrir por las adversidades. seguir disfrutando «cacahuetes»

  2. Adrián
    5 octubre, 2016 at 2:52 pm

    Yee Xim y Andrea, menuda pasada de viaje, maldita sea.
    Cómo lleváis los últimos momentos de viaje? Porque a finales de mes nos toca vernos en la España no???
    Da penica o tenéis ganas ya?

  3. Aidi
    7 octubre, 2016 at 10:15 pm

    Jajajjaja mare meua, tot el mon vos adopta en casa, que tindreu que feu tanta gracia??? 😉

  4. Teresin
    9 octubre, 2016 at 12:19 am

    Dios mío que agitación… coche de la muerte…..que yo lo llamaría de los suicidas, menos mal que no podía coger velocidad, y las lanchas, que mas que lanchas perecen torpedos con esos potentísimos tres motores…, bueno y lo de las maletas……menos mal que tuvisteis la gratificación del restaurante. En fin a pesar de todas las peripecias se os ve felices que es lo importante.

  5. Irela, Lucas, Victor
    13 octubre, 2016 at 5:27 pm

    Lo importante es sentirse como en casa, y ya se ve que no teneis problema en transformar cada etapa en ella, y si es con compañía pues mucho mejor.
    PD: tengo que recibir clases avanzadas de esa Bereber amiga vuestra!! Me encanta!! 🙂

  6. Clara
    13 octubre, 2016 at 9:25 pm

    Como sigáis así al libro de viajes vais a tener que añadir un suplemento sobre los transportes.
    Un abrazo para todos

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