En Camboya existen numerosos autobuses que conectan con generosa frecuencia las principales ciudades. Las distancias no son excesivas y las carreteras más importantes se encuentran, por regla general, en un estado aceptable, lo que convierte este medio de transporte en una muy buena alternativa para desplazarse a lo largo y ancho del país. Por este motivo, y porque las más de 250 horas acumuladas nos acreditan como auténticos fans del autocar, para el trayecto Battambang – Phnom Penh no valoramos ninguna otra alternativa.
Lo que sí tuvimos que elegir fue la compañía. Ante el amplio abanico de posibilidades y nuestra falta de experiencia previa, la decisión se basó en el único criterio a nuestro alcance: el precio. Sí quisimos asegurar que se tratara de un autobús grande y que tuviera aire acondicionado. Se ofrecían muchas alternativas de pequeña furgoneta, más rápida y privada, pero nosotros después de la vuelta a Malasia, habíamos afianzado la preferencia por el lento pero cómodo colectivo.
“Big bus, big bus”, nos había insistido afirmando con la cabeza la sonriente vendedora de billetes. Lamentablemente, cuando al día siguiente nos presentamos dispuestos a montarnos en el gran autobús, la simpática joven no estaba en el asiento que ocupaba la tarde anterior. En su lugar, un hombre con pocas ganas de hablar y menos soltura en el inglés, sólo sabía responder a nuestra pregunta de “Bus to Phnom Penh?” señalando una pequeña furgoneta llena de cajas de cartón apiladas ocupando varios asientos y, por qué no decirlo, con una capa de polvo capaz de despertar alergia en cualquiera. Confundidos, nos vimos obligados a subir a bordo cuando el decidido conductor cargó nuestras maletas junto a las cajas de cartón. La impotencia inicial empezaba ya a tornarse en resignación, cuando de pronto la furgontenita se desvió de la carretera principal para, unos metros después, parar en una explanada llena de personas, maletas, muchas más cajas de cartón, y lo más importante: ¡autobuses grandes!
Concluido el transbordo estábamos listos, ahora sí, para dirigirnos a Phnom Penh… Bueno, espera un momento que ahí delante tenemos que parar a recoger unas cajas más. Sí, y a la salida de la ciudad tenemos que acordarnos de parar para que se suban el Paco y la Tere. Claro hombre, y luego en la gasolinera, que la Juli me ha preparado un paquete con el almuerzo. Ay, ¡que buena idea! pues luego pasamos un segundo por casa de mi suegra que me tenga también algo preparado. Oigan, mis amigos Pedrito y Juanito están dos pueblos más allá esperando com las bolsas en la plaza, ¿podríamos parar a por ellos?, es solo un segundo. ¡Claro hombre, faltaba más! Mamá tengo pis. Mira que te he dicho que fueras al baño antes de salir, ¿perdonen, podrían parar un momento que mi hijo no se aguanta? ¿Estamos ya todos listos? Venga que ahora va en serio. En serio es una cosa, cien kilómetros sin parar no es lo que habíamos hablado, ¡yo me planto! Toni bájate a mirar que la rueda trasera derecha ha dicho algo y no la he entendido bien. Lolo, que dice que no puede más, pide cambio de turno. ¿Ahora que habíamos cogido ritmo? Venga para, no seas cabezón, así mientras nosotros cambiamos la rueda la gente aprovecha y va al baño y come algo que después de todo este rato deben estar desfallecidos. También tienes razón. ¡Listo, continuamos! Oiga, ¿no vamos a parar a comer? ¿No ha comido usted nada mientras cambiábamos la rueda? Es que estaba dormido. Vaya, pues entonces no se preocupe que paramos ahora, que conozco un sitio muy bueno justo aquí al lado, ¿verdad Toni? ¡Paramos cincuenta minutos! ¿Estamos todos listos? aun nos quedan unas horas de viaje así que mejor que se acomoden y disfruten. ¿Puede poner la tele? Por supuesto, ¿una peli para la siesta? Mejor vídeos del concurso de karaoke ese de la tele, ¿tienen? Si que tenemos, ¡que buena idea! Mamá tengo pis. ¿Otra vez? Pero no te he dicho que fueras al baño en la parada. Y he ido pero es que he bebido mucha agua con la comida. Conductor, ¿podemos parar un segundo? Mi hijo, que ha bebido mucho con la comida y no se aguante. Claro mujer, no se preocupe…
Nuestro absoluto desconocimiento del camboyano no nos permite ofreceros una transcripción más exacta de lo que ocurrió, pero así fue más o menos como Los Peanuts vivimos nuestro primer viaje en autobús por Camboya, en el que tardamos en cubrir 293 kilómetros siete horas y media. Eso sí, en esta ocasión sí que éramos los únicos turistas a bordo. Cabe señalar que de nuevo la belleza de los paisajes y esta vez la alegría de los camboyanos y su tranquilidad, su falta de prisa, hicieron que las horas de más ni se notaran.
Con todo, cuando llegamos a Phnom Penh estaba empezando a oscurecer. Aún así no pudimos resistirnos, nos habíamos concedido el lujo de escoger un hotel alejado pero con piscina y estábamos dispuestos a aprovecharlo desde el primer momento, aunque estuviera anocheciendo y la tormenta hubiera decidido estallar en ese preciso instante. Tras un refrescante baño que nos ayudó a sacudirnos las horas de autobús, salimos en busca de algún sitio para cenar en los alrededores. Era sábado y sin embargo las calles de la zona, próximas al Russian Market, ofrecían una imagen excesivamente tranquila y recogida para dos personas con hambre como nosotros. Al llegar al mercado nuestros peores temores se confirmaron: todo estaba cerrado. Al regresar resignados de vuelta al hotel descubrimos, de pura casualidad, una pequeña calle perpendicular a la principal algo más iluminada. En ella se observaban algunos jóvenes charlando en las aceras, una terraza elevada que arrojaba las sombras de unos cuantos comensales y el eco del callejón que retenía retazos de conversación y risas. Fue allí donde por fin apareció un local donde hacían bocatas. Normalmente los hacían, por que ese día no habían calculado bien y se habían quedado sin ingredientes nos dijo el chico que lo llevaba. Eso sí, había un local un poquito más adelante que él creía que seguiría abierto a esas horas tardías (21h45) y que nos podría atender. Así fue como nuestra primera noche en la capital de Camboya acabamos cenando tortilla de patata en un restaurante español de fama entre los expatriados que lo conocen como la “embajada de España”. Paradójicamente durante aquella cena no coincidimos con ningún otro español, sino con un joven francés, Julian, que acababa de mudarse a la ciudad.
Julian nos explicó que la zona donde estábamos era territorio de expatriados, que llevaba poco tiempo, que estudiaba derecho especializado en conflictos bélicos y que estaba allí de prácticas en una ONG. Nosotros le hablamos de Los Peanuts, de nuestro viaje y de que la tortilla española sabe más rica en casa.
Al día siguiente nos fuimos los tres juntos a explorar la ciudad. Nuestro amigo, con una semana de ventaja nos llevó a comer a la animada Calle 172, que un domingo a medio día estaba bastante calmada. Alimentados, visitamos el Palacio del Sultán, mucho más sobrio y austero que el visto en Bangkok, y terminamos refrescándonos con unas cervezas en una terraza a orillas del inmenso Mekong. No pudimos llevarnos una mejor impresión de una ciudad que, seguramente amparada por el domingo, nos mostró su lado más tranquilo y familiar con niños a lo largo del paseo del río pidiendo helados a sus padres, parques llenos de jóvenes patinadores equipados con todas las protecciones para dar sus primeros pasos sobre cuatro ruedas, familias completas visitando el Palacio, y sobre todo un tráfico que nada tenía que ver con el del día de nuestra llegada.
Los días siguientes nos los tomamos con mucha tranquilidad. Despojados de nuestros pasaportes, depositados en la embajada de Vietnam hasta la concesión del visado, nos dedicamos a vivir la Phnom Penh del día a día, de los recados, los paseos cerca de casa y las cervezas de última hora de la tarde a las que se unía Julian.
Tan solo realizamos una última visita “turística” que después de casí dos semanas en el país nos pareció imperdible: el museo de la prisión Tuol Sleng, más conocida como S-21. Conocer la trágica historia de un país en el que entre los años 1975-1979 murieron uno de cada cuatro de sus ciudadanos como consecuencia del terrorífico régimen impuesto por los Jemeres Rojos, es uno de los descubrimientos más grises de nuestra aventura. Entender en cierta forma porque una Camboya en la que se asesinaron ingenieros, médicos, profesores, artistas y cualquier persona mínimamente formada o sospechosa de tener alguna relación con la cultura (llevar gafas te hacía sospechoso), amén de otros miles de infelices que tampoco contentaban al régimen, explica el país que es hoy, en el que se echa en falta muchos abuelos y donde el desarrollo quedó paralizado y aún hoy le cuesta arrancar. Pero poco a poco, Camboya y sus gentes de sonrisa sincera saldrán adelante, de hecho ya están en ello.
Ir tan lejos para comer tortilla de patatas….y seguro que no estaba hecha con aceite de oliva.
Lo del autobús todo un poema, pero curioso, lógico que se tomen la vida con mas tranquilidad que nosotros, aquí no pasa esto ni en los trayectos rurales .
Ya tenéis un nuevo amigo, que bien, y que conste que en este nuevo post soy la primera de los comentarios.
Un montón de besos.
Hey Xim and Andrea! Thank you both for the blog. It was nice to be part of your adventure!
I wish you a perfect last evening and a good flight back home! Take care!!!!
Prometido, la primera cena ¡tortilla de patatas!
Habéis hecho una aventura fantástica. Cuando volvamos a vernos físicamente, con algún que otro kilo de más, o de menos, estaréis igual pero no es del todo cierto, vuestras mentes estarán más abiertas y vuestros corazones serán más grandes.
Realizad con bien este último tramo y gracias por compartir con nosotros vuestras experiencias.
Os esperamos
Un abrazo
Bueno chicos, ya mañana volvéis al punto de origen! Ha sido un verdadero placer y un gustazo acompañaros en este viaje a través de estas divertidas lecturas donde habeis conseguido acercarnos un poco mas a todos esos sitios que no conocemos y hacer que tengamos unas ganas locas de ir a visitar muchos de ellos con vuestras recomendaciones, eso si, escuchadas en persona, que ya hay ganas de algun que otro achuchon y de que nos conteis muchas mas cosas de primera mano. Besos grandes Peanuts!
Bueno esto se acaba ya y aunque tenemos muchas ganas de que volváis también da un poco de pena que se os termine esta increíble experiencia! Seguro que os habrá servido de mucho y con ganas de que nos lo contéis todo un persona. Nos vemos pronto!
Ha sido un piacer seguiros en vuestras peripecias por esos mundos de dios. Abrazos
Teste
TTT
hola
hello
If you need a Reliable House Painting contractor near Baltimore, MD, 21206, do not hesitate to call W Mckenzie Painting and Services at (443) 572-9289. Make the right move by choosing our professionals.
http://wmckenziepaintingandservices.com/
Nice!